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Una chica desapareció, otra también pero en una ciudad más lejana, una fue encontrada en un basural, la otra enterrada en un jardín. Otra apareció en un descampado, una en un médano, otra fue violada por un taxista, la otra fue acuchillada en un restaurante frente a la vista de toda la sociedad.

No son tramas de ficción, ni noticias de algún país remoto. Nada de esto puede sonarnos ajeno, fueron noticias reales de mujeres nuestras. Mujeres que han sido hijas, madres, tías y que por el sólo hecho de vivir ese rol de mujer, de pareja, novia, esposa se les ha arrebatado sus vidas, como si la propiedad de esas vidas no estuviera bajo sus propias tutelas sino bajo el poderío de una sociedad con hombres que se las adjudican.

Las historias de nuestras mujeres no quedan allí. Como si no bastara con los hechos, se empiezan a manifestar dichos y frases que naturalizan lo sucedido. Aparece el show de los medios de comunicación. Periodistas, psicólogos y abogados opinando en los noticieros, las notas, los fotógrafos, la opinión del vecino, de la amiga,  y en consecuencia las imágenes y las frases célebres, como si se buscara algún argumento que justifique lo que pasó: “le gustaba la noche, no estudiaba”, “usaba minifalda”, “parece que consumía drogas”, “no tenía una pareja fija”, “hay que ver que hizo para que le hicieran eso”, “lo habría engañado”.

No es casual, los problemas sociales de un pueblo son el reflejo de su cultura.
Hasta que se llega a la instancia donde le toca actuar al Poder Judicial, aquí otra vez la violencia vuelve a hacerse presente ya no con un golpe o una frase de justificación sino con la falta de garantía de justicia, temor a que toque tal o cual tribunal que se sabe por sus fallos anteriores como ha impartido justicia, temor a la sentencia, temor a represalias, temor, temor y más temor.

Debemos terminar definitivamente contra toda forma de violencia hacia la mujer, transformando ese dolor que  vivimos como ciudadanos individuales, en el inicio de una batalla que debemos dar en conjunto como sociedad.
La primera batalla debemos librarla con nosotros mismos,cambiando nuestros primeros modelos de relación y de vínculos.
Ello implica que debamos dar una batalla cultural, trabajando para cambiar los patrones socioculturales que legitiman la violencia, siendo fundamental trabajar sobre la educación y la crianza de nuestros hijos en las escuelas y en los hogares. El objetivo es cambiar los valores de nuestra sociedad, y en ello también los medios de comunicación como creadores de opiniones y de sentido común, tiene una responsabilidad fundamental.

También debemos dar una batalla hacia dentro del Poder Judicial, para terminar con los jueces de fallos escandalosos que favorecen la violencia contra las mujeres. Debemos trabajar sobre la implementación de la ley.

Debemos dar una batalla hacia dentro del propio Estado donde los tres poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial trabajen en conjunto a lo largo y ancho de todo el país para la implementación de un programa integral contra la violencia de género.

Lo que sucederá el miércoles es a mí entender el primer paso fundamental para lograrlo, porque conseguimos por primera vez que ciudadanos de diferentes sectores políticos, artistas, profesionales, académicos, organizaciones sociales, se movilicen con el fin último de visibilizar la problemática y exigir "Ni una Menos, Basta de Femicidios, Ni una más que sufra actos de violencia".

El 3 de junio a las 17 hs. en el Congreso Nacional se hará la marcha multitudinaria, nosotros desde nuestra querida ciudad apoyaremos la acción en el Centro Cívico, porque a Bariloche también la queremos inclusiva, la queremos comprometida.