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María Teresa Causa: una vida de ciencia, compromiso social y militancia

Nació en Paraguay, el 23 de marzo de 1939. Pocos años después, su familia se trasladó al Paraná, donde vivió hasta 1962, cuando llegó a Bariloche como becaria de la CNEA para estudiar en el Instituto Balseiro. Desde entonces, forma parte de nuestra comunidad.
Es Doctora en Física, investigadora Consulta de CNEA y Profesora Libre del Instituto Balseiro. El estudio le dio la posibilidad de acceder a una beca para especializarse en Francia, justo en el Mayo Francés, profundizando su interés en la política.
Hasta su jubilación en 2011, trabajó por 40 años como investigadora al Centro Atómico Bariloche (CAB) y como docente al Instituto Balseiro. Desde entonces, sigue colaborando como Investigadora Consulta y responsable de la escritura de la Historia del Instituto Balseiro en un libro recientemente editado por la Editorial Universitaria EDIUNC.
Ella es parte de nuestra comunidad científica, y la comunidad científica es su familia: su compañero, Fernando Kropff, es físico egresado del Balseiro. Y sus hijos Laura y Emilio son actualmente investigadores del Conicet. Abrió camino a las mujeres en un ámbito históricamente reservado para hombres.  
Su militancia política y barrial en Bariloche comenzó en los años 70, dentro de la Juventud Peronista, también en el Centro Atómico, a través de la organización de una Guardería Infantil y el acompañamiento a trabajadores en sectores de maestranza y servicios para completar sus estudios primarios.
Hizo un trabajo fundamental en la reconstrucción de la memoria colectiva de la ciudad, iniciando una investigación que permitió dar cuenta de las historias de militancia y de vida de los desaparecidos de Bariloche.
En el 2010 se sumó a Carta Abierta Bariloche, realizando un seguimiento de la política nacional desde una mirada local, la organización de eventos y la publicación de documentos sobre temas relevantes como la Democratización del Poder Judicial, la Violencia Institucional, la reapertura del SCUM.
María Teresa es un ejemplo de cómo los científicos que se forman en nuestras universidades públicas, trasladan y devuelven con creces todo lo aprendido a la sociedad, no sólo en términos de desarrollo científico-tecnológico, sino también a través de la labor comunitaria, de la búsqueda del bien común, poniendo su tiempo y sus conocimientos a disposición del otro, para una sociedad más justa e igualitaria.
Por su compromiso social y militante, y su labor comunitaria, María Teresa es reconocida por el Concejo Municipal con la distinción “Mujeres que Dejan Huellas”, en el marco de las actividades por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.


Mirtha, una luchadora por los derechos de los adultos mayores

Mirtha Ester Altamirano Cárdenas llegó a Bariloche con su familia huyendo de la dictadura de Augusto Pinochet.  Nació en Punta Arenas y vivió luego en la isla de Chiloé, donde tomó la dura decisión, junto a Ramón, de emigrar para preservar a sus seres queridos.
Sus primeros años en Bariloche no fueron fáciles. Al desarraigo, se le sumó la crisis económica. “Pero mi mamá siempre fue una luchadora”, recuerda su hija Mirta. La perseverancia y sacrificio dieron sus frutos, y Ester echó raíces tan profundas, que su ausencia dejó una profunda marca no sólo en Ramón, sus 4 hijos y 6 nietos, sino también en un nutrido grupo de abuelos que disfrutan del Centro La Paloma, que fundó con inigualable tesón.
En la década del 90, Mirtha observó las penurias y necesidades de la tercera edad. También las injusticias. Y no fue indiferente: “Caminó muchísimo. Dejó todo en el camino para que los abuelos tengan lo que tienen ahora, una hermosa sede”, valoró su hija, con indisimulable orgullo. Con un subsidio otorgado por el intendente Alberto Icare, adquirió la propiedad en la que primero abrió un comedor, semilla del Centro de Abuelos La Paloma.
Construir, conseguir mesas, sillas, talleres, excursiones para las abuelas y abuelos, fueron a partir de allí su principal objetivo. “Se levantaba y acostaba pensando en las abuelas”. Salvo los domingos, que eran sagrados para compartir en familia, el resto de la semana sus hijos sabían a dónde encontrarla para conversar y encontrar esa palabra sabia y siempre oportuna.
Hace dos años, el cáncer se la llevó a los 68 años. “Si sufrió los dolores, no lo supimos, porque nunca demostró su dolor”, aseguró su hija. La semilla brotó, y el compromiso social atraviesa a la familia. Con el acompañamiento incondicional de sus hijos, Ramón –otro luchador- continúa trabajando en el Centro de Abuelos para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.
Por su aporte invaluable a la comunidad en la defensa de la tercera edad, Mirtha Ester Altamirano Cárdenas es reconocida por el Concejo Municipal con la distinción “Mujeres que Dejan Huellas”, en el marco de las actividades por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.


Nancy Bustos, mujer que deja huella en la comunidad

“Piensa, cree, sueña y atrévete”. Esa es la consigna pintada bajo un aro de básquet en el ingreso de la Asociación “Ojos de Cielo”, decorada con coloridas manos y pies de distintos tamaños. Y Nancy Bustos parece haber tomado este lema como un mandato.

Nacida en Buenos Aires, eligió nuestra ciudad para vivir y hace más de 15 años desarrolla un invaluable trabajo social en Villa Llanquihue, un barrio humilde inmerso en un entorno natural paradisíaco, y rodeado de hoteles de primera categoría visitados por turistas de todo el mundo.
Como docente en escuelas de adultos, comenzó a inculcar entre sus alumnos la importancia del deporte para una vida plena. Hoy divide sus horas entre el aula (es maestra de 2º grado en la Escuela 48), su familia (tiene marido y dos hijos que “siempre acompañan”) y la Asociación, donde recibe cuatro veces por semana a medio centenar de niños, niñas y adolescentes, hace 6 años.
Les ofrecen desayuno, almuerzo y merienda. Y una amplia oferta de actividades: plástica, percusión, manualidades, carpintería, cocina, apoyo escolar y, sobre todo, deporte. “Entrenamos en el sendero de Villa Tacul, aún en invierno”, comentó orgullosa, señalando las fotos que decoran todas las paredes de la cabaña: chicos sonriendo, corriendo con sus remeras naranja en la Carrera de Miguel, la RUCO, Nativa y Reyes, entre otras competencias. Los entrenamientos se intensificaron en las últimas semanas, porque 25 de ellos formarán parte del Ironkids.
“Seño!, Gaspar quiere salir y no comió nada”, le advirtieron desde la mesa. Entrenaron temprano y en minutos ingresan a la escuela. Nancy sabe que la actividad física y la alimentación saludable son indispensables para la salud y para el proceso de enseñanza/aprendizaje. Una mirada cómplice bastó para que Gaspar se sumergiera en el plato hasta terminar el guiso que las madres colaboradoras prepararon, multiplicando los panes.
“Vienen principalmente por las actividades”, evaluó, convencida de que “el deporte los saca de un montón de realidades” y que para ellos “es muy difícil tener que trasladarse hasta el centro para practicar alguna disciplina”. Los chicos –cuenta- muchas veces “nos esperan listos en la plaza, antes del horario, para salir a entrenar”.
Justo cuando el vencimiento del contrato de alquiler apremia (deben dejar la cabaña en noviembre) consiguió la donación de un predio para construir la Asociación Ojos de Cielo. Con el trámite de obra iniciado y proyectos presentados en distintos estamentos, Nancy es optimista: “Nunca perdemos la fe”. El desafío se renueva y su sueño crece. Porque lo pensó, creyó y se atrevió.
Por su gran aporte a la comunidad, el Concejo Municipal entrega a Nancy Bustos la distinción “Mujeres que Dejan Huellas”, en el marco de las actividades por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.